
Acepté el reto y llevo seis meses enamorada de unos niños diagnosticados con una misma condición de salud pero muy diferentes unos de otros. Son cinco joyas que han adornado nuestra sala de clases convirtiéndola en un escenario de grandes experiencias y aprendizaje.
El aprendizaje ha sido mutuo. Cada día aprendemos algo nuevo o modificamos. Las risas, corajes, estados de ánimos, desempeños y todas esas cosas que observamos en un salón regular se sienten de una manera completamente diferente.
Cada logro, así sea simple, es toda una celebración; tanto para mí como maestra, y claro está para el estudiante.
Aún nos queda mucho por aprender. Y muchos deseos de seguir sembrando en esos niños procesos que le hagan desarrollarse en seres integrales.
Agradezco a sus padres y a la directora escolar la confianza para que yo viviera esta experiencia que sin lugar a dudas, además de hacer de mí una mejor profesional, me ha hecho más humana.
Lorissette Ortiz
Maestra Educación Especial